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La Filarmónica abrirá Música Clásica por los Caminos del Vino


El concierto será a las 21.30, en el Teatro Independencia, con la dirección del maestro Gustavo Fontana. Para esta ocasión se ha preparado un programa de gran envergadura, que incluye el Concierto para violín de Johannes Brahms (junto al solista José Fernandes Pereira Neto) y la Tercera Sinfonía de Beethoven, la llamada Heroica. Ambas obras son conocidas y favoritas del público melómano y su sonoridad permite que la orquesta despliegue al máximo su potencial.

Como ocurre todos los años, las entradas para cada concierto del Festival Música Clasica por los Caminos del vino se canjean por cajas de 800 gramos de leche en polvo (dos entradas por una caja de leche), que luego serán entregadas al Banco de Alimentos.

La Filarmónica hará, también, el cierre del festival, el domingo 16 de abril, a las 21.30, en el Teatro Independencia. Esta vez se presentará un repertorio de obras de Piazzolla, Bruch y Dvorak, junto al solista de violín Rafael Gintoli (Buenos Aires) y luego partirá a Buenos Aires, para presentarse en el Centro Cultural Kirchner, el jueves 20 de abril.

 

Programa de la apertura de Música Clásica por los Caminos del Vino 2017

Johannes Brahms (1833-1897):

Concierto para violín en Re Mayor, Op. 77

I – Allegro non troppo.

II – Adagio.

III- Allegro giocoso, ma non troppo vivace.

 

Solista Invitado: José Fernandes Pereira Neto: violín.

Ludwig van Beethoven (1770-1827):

Sinfonía Nº 3, Heroica. En mi bemol mayor, Op. 55.

I – Allegro con brio.

II – Marcia funebre.

III – Scherzo.

IV – Finale

Director: Gustavo Fontana

 

Concierto para violín de Brahms y Tercera Sinfonía de Beethoven

Por Ramiro Albino

Johannes Brahms dedicó su Concierto para violín a su amigo Joseph Joachim, quien lo estrenó en Leipzig en 1879. Se conocieron en 1853, cuando Brahms no era aún conocido por sus obras y Joachim ya era una celebridad por su manera de tocar y porque además abordaba exitosamente la composición. Con el correr de los años, mientras la amistad se desarrolló y consolidó, Brahms ya era un músico destacado y quiso honrar a su amigo dedicándole esta obra, para la que le pidió ayuda, buscando comprender mejor los aspectos técnicos del violín (Brahms era pianista), para escribir música que resultase cómoda para el instrumento.

Aparentemente, Brahms hizo caso omiso a las indicaciones, y es por eso que el concierto terminó siendo una prueba de bravura, una pieza dificilísima e incómoda que desafía a quienes se animaran a abordar la parte solística, al punto que alguien dijo que compuso el concierto “en contra del violín”. La obra era casi imposible para la técnica violinística de la época. Pocos años después, y tras haberse repetido el concierto en diferentes centros europeos, la obra entró al repertorio canónico del violín y se dijo entonces que el concierto era “del violín contra la orquesta” (donde además el solista terminaba “ganando”). El concierto no era imposible sino que Brahms estaba planteando una manera de tocar que aún no existía.

La tercera de las sinfonías de Beethoven fue estrenada en Viena en 1805. La idea de esta obra, originalmente compuesta para homenajear a Napoleón y sus ideas revolucionarias y antimonárquicas, rondaba la mente del compositor desde los últimos años del siglo anterior, pero la historia cambió su rumbo y aquel que luchaba contra las tiranías políticas terminó autoproclamándose emperador en 1804, tirando por la borda todo su sistema de ideas. Se conservan muchos borradores de esta sinfonía, y se puede observar en la grafía y en las enmiendas que hubo muchas dudas y enmiendas a lo largo del trabajo. Al año siguiente del estreno, la obra fue publicada, y Beethoven la llamó “Sinfonia Eroica, compuesta para celebrar el recuerdo de un gran hombre”, evitando toda mención a Napoleón, pero dejando una puerta abierta a la imaginación o suspicacia de quien se acerque a la obra, gesto propio de su época, que hermanando a toda la humanidad, buscaba héroes ideales más allá de la realidad tangible.

Quizás sea esta la primera de las grandes sinfonías románticas, aun cuando no es programática ni tiene una retórica obvia para comunicar ideas a grandes masas de aficionados. Sin embargo, es inmensa y para la audiencia del estreno significó una verdadera revolución acústica, y no desde lo melódico sino desde nuevos juegos de tensión y distensión en una obra monumental que hasta ese momento era la mayor de las que Beethoven había compuesto, llevando a extremo las fuerzas orquestales, la magnitud de la forma y la capacidad de audición del público (¡si se la hace con todas las repeticiones indicadas, llega a durar una hora!).

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